El líder del Frente Amplio falleció tras una larga lucha contra el cáncer. Su figura trascendió la política uruguaya y se convirtió en un símbolo regional de austeridad, coherencia y compromiso social.
El expresidente de Uruguay, José “Pepe” Mujica, falleció este martes a los 89 años como consecuencia de un cáncer de esófago que se había extendido al hígado. Su deceso marca el final de una etapa política en Uruguay y en América Latina, donde su figura fue admirada tanto por su sencillez como por su firmeza ideológica.
Histórico referente del Frente Amplio y del Movimiento de Participación Popular (MPP), Mujica murió en su chacra de Rincón del Cerro, como había expresado que deseaba, junto a una sequoia que él mismo cultivó y donde ya reposan los restos de su entrañable perra Manuela. Su última aparición pública fue en enero, cuando anunció que su estado de salud se había agravado. “Me estoy muriendo”, dijo entonces, con la crudeza y la paz de quien ya había hecho las paces con la vida. “El guerrero tiene derecho a su descanso”, agregó.
Una despedida a su manera
A pesar de su frágil estado de salud, Mujica se mantuvo activo hasta el final. Participó de la campaña electoral de 2024, respaldando al actual presidente electo, Yamandú Orsi, y su emblemática lista 609, que cosechó un histórico triunfo. Sin embargo, no asistió a votar en las elecciones departamentales del domingo pasado, señal clara de su deterioro físico.
Su compañera de vida y también dirigente política, Lucía Topolansky, fue quien expresó en las últimas horas que Mujica estaba «en una meseta», describiendo así una fase crítica pero estable, hasta que este martes se confirmó su fallecimiento.
Una vida marcada por la lucha y la resistencia
La vida de Mujica fue intensa y profundamente política. Militante del Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros en los años ’60 y ’70, pasó 13 años preso durante la dictadura cívico-militar uruguaya. «Me bañaba con un vaso de agua y un trapito como la gente del desierto», recordó años después. Fue durante esa etapa de encierro que forjó una visión de la vida que luego lo caracterizaría: sin odio, sin revanchas, con respeto por el otro.
Tras recuperar la democracia, ingresó formalmente a la política en 1989, fue diputado, senador y ministro de Ganadería, antes de llegar a la presidencia en 2010. Durante su mandato (2010-2015), Uruguay se colocó a la vanguardia en América Latina en materia de derechos civiles, al impulsar la legalización del aborto, el matrimonio igualitario y la regulación del cannabis.
Austero, directo, ajeno a los protocolos del poder, Mujica vivió en su chacra, donó gran parte de su salario como presidente y se trasladaba en su célebre Volkswagen escarabajo. Estas decisiones personales lo convirtieron en una figura internacional, respetada más allá de las fronteras ideológicas.
Legado y controversias
Si bien fue ampliamente valorado por su estilo de vida y su discurso humanista, también enfrentó críticas, especialmente por su postura frente a la Ley de Caducidad, que impide juzgar a militares responsables de crímenes de la dictadura. En sus últimos meses, incluso polemizó al poner en duda ciertos testimonios contra represores, lo que le valió el rechazo de organizaciones de derechos humanos.
Aún así, su despedida fue coherente con su forma de vivir: con humildad, sin dramatismos y con una última reflexión para sus compatriotas. “Es fácil tener respeto por los que piensan como uno. Pero hay que aprender que el fundamento de la democracia es el respeto a los que piensan distinto”, dijo en su último mensaje público.
Con la muerte de José Mujica, Uruguay pierde a uno de sus líderes más emblemáticos, y América Latina, a una figura que inspiró por su capacidad de unir la ética con la acción política.
Fuente: Ámbito.