De América al Chaco Salteño: la historia solidaria de la Dra. Gette

Andrea Gette es médica, tiene raíces profundas en América y está por culminar su residencia en oftalmología. Pero más allá de su especialización, su vocación la llevó esta Semana Santa a vivir una experiencia única: brindar atención médica voluntaria en comunidades originarias del Chaco salteño.

Formada en América y Rosario

Andrea cursó la primaria y secundaria en el Instituto América, y más tarde se mudó a Rosario para estudiar Medicina en la universidad pública de esa ciudad. «Siempre quise hacer algo voluntario», cuenta. «En Rosario íbamos a la periferia a ayudar, y ahora que estoy terminando la residencia, me quedó más tiempo para retomar esa parte de la vocación que tiene que ver con estar donde más se necesita».

Durante la pandemia, volvió a América y trabajó durante un año y medio en el Hospital Municipal. Después, ingresó a la residencia en oftalmología, especializándose actualmente en cirugía ocular.

Un viaje solidario al corazón del monte

En Semana Santa, Andrea se sumó a un grupo de once médicos voluntarios que viajaron al norte argentino para asistir a comunidades wichí, en la zona conocida como el Chaco salteño, una región tripartita donde se encuentran las fronteras de Argentina, Bolivia y Paraguay. La iniciativa fue organizada por la Asociación de Médicos Voluntarios, una entidad que organiza este tipo de misiones una o dos veces por año.

«Atendimos en oftalmología a más de 250 personas en siete comunidades distintas. Estuvo todo inundado por las crecidas de los ríos Bermejo y Pilcomayo, así que fue una travesía complicada. Paramos en la casa de una señora en Santa Victoria Este, el último pueblito antes de la frontera», relata.

El compromiso de la comunidad

Para solventar los gastos del viaje y la compra de medicamentos, el grupo organizó rifas. Andrea agradeció especialmente a la comunidad de América, que colaboró generosamente.

«Es difícil sostener estas acciones sin ayuda. La gente se re portó, y eso nos permitió llevar cajas enteras con tratamientos que cubren entre seis meses y un año», explicó.

Una experiencia que deja huella

Andrea cuenta que los problemas más comunes que vieron fueron oftalmológicos, por la exposición constante al sol sin protección. También situaciones de extrema vulnerabilidad, especialmente en niños. «La sanidad allá es muy pobre. Ver cómo viven, cómo están los nenes. Me llevo un montón de cosas para el corazón y también una experiencia profesional inmensa.»

Con la residencia ya en su tramo final, Andrea no tiene dudas de que esta fue sólo una de muchas experiencias solidarias que buscará repetir. «Me encanta la aventura. Pero más me gusta poder poner mi profesión al servicio de quienes más lo necesitan.»

Fuente: Rivadavia Online

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